Campúa, único fotógrafo en el viaje de Alfonso XIII a Las Hurdes

(Actualización de la entrada publicada el 20 de septiembre de 2013)

Entre el 20 y el 24 de junio de 1922, José Demaría Vázquez «Campúa» tendría la oportunidad de ser el fotógrafo oficial que cubriría el viaje del rey Alfonso XIII a la empobrecida región extremeña de Las Hurdes. Pudo hacer ese viaje gracias a que ganó un sorteo entre los reporteros gráficos y, con tan solo 22 años, realizó algunas de las fotografías más representativas de su carrera. Fue seleccionado como fotógrafo con el compromiso de facilitar las fotografías a toda la prensa ilustrada, tal y como señala Juan Miguel Sánchez Vigil en su tesis «La Documentación Fotográfica en España: revista La Esfera». Como redactor para cubrir el viaje fue agraciado por sorteo José García Mora, del diario El Debate.

Alfonso XIII retratado por Pepe Campúa en Las Hurdes mientras organizaba el reparto de alimentos, en el viaje que realizó junto al Doctor Marañón

Alfonso XIII retratado por Pepe Campúa en Las Hurdes mientras organizaba el reparto de alimentos, en el viaje que realizó junto al Doctor Marañón

Las imágenes que captó la cámara de Campúa se publicarían en revistas como Nuevo MundoMundo Gráfico, La Esfera y Blanco y Negro—entre otras cabeceras de prensa escrita que se hiceron eco de la visita— y se convertirían un revulsivo para la opinión pública española al tomar conciencia de la enorme pobreza que se vivía en aquella región del país. Tal y como lo relató Mundo Gráfico en su número de 5 de julio de 1922:

Otro instante del viaje de Alfonso XIII a Las Hurdes, retratado por Pepe Campúa al salir de una de las viviendas de dicha

Otro instante del viaje de Alfonso XIII a Las Hurdes, retratado por Pepe Campúa al salir de una de las viviendas de dicha

Al volver a Madrid Don Alfonso, después de su visita a Las Hurdes, habrá traído, junto a la doliente visión de aquellos lugares tan llenos de pobreza y abandono, el anhelo firme y el propósito alentador de ir haciendo los esfuerzos posibles y las gestiones necesarias a fin de que se aminoren esta miseria y este dolor que hoy llenan a la más abandonada región de España.

Con un valor artístico y documental indudable, sus fotografías transmiten el relato de la población hurdana: sus paisajes escarpados, sus casas de pizarra, la situación de miseria extrema en la que vivían y la emoción esperanzada con la que recibieron al monarca.

En una entrevista publicada en el 18 de junio de 1963 en el diario Pueblo, el reportero recordaba:

«Fueron siete duras jornadas a caballo, por caminos difíciles y abiertos en la roca. […] Había que rodear montañas a unas alturas escalofriantes y yo he visto al rey que en algunos trechos tenía que bajarse de caballo y pasar a pie, porque tenía vértigo y le daban mareos. […] En el curso de cada jornada pasábamos un calor sofocante».

Alfonso XIII, que apodaba a Pepe Campúa como «Pajarito», porque en aquel entonces estaba muy delgado y ya le caracterizaba su gran nariz, pudo estrechar lazos con el joven reportero en aquel viaje y le dedicó una fotografía en la que posaron juntos en la región hurdana.

Alfonso XIII firmó para Pepe Campúa un retrato de ambos durante su visita a Las Hurdes en 1922

Alfonso XIII firmó para Pepe Campúa un retrato de ambos durante su visita a Las Hurdes en 1922

Durante aquella ruta, además, Campúa le tomó al rey Alfonso XIII y al doctor Marañón una foto desnudos al bañarse en el río de Los Ángeles, que luego el fotógrafo recordaría como una de sus instantáneas más audaces. Según narran las crónicas completas de aquel viaje publicadas por la oficina de turismo de Caminomorisco:

Alfonso XIII le dijo a Campúa: «¡ven Pajarito!, que vas a hacer una fotografía que no me ha hecho nunca tu padre». El Rey se desprendió del pantalón y de la camisa, con lo cual quedó completamente desnudo, al tiempo que invitaba a bañarse a cuanto componían su séquito. Antes de meterse en el agua llamó al doctor Marañón, que se había quedado con el calzoncillo debajo de la rodilla. El Rey el echó el brazo por encima del hombro y Campúa disparó una placa».

Lamentablemente no se conservan las placas originales del viaje a Las Hurdes debido a los sucesivos saqueos e incendios que sufrió el estudio de Campúa. Décadas más tarde el fotógrafo aportaba en la entrevista de Pueblo algunos datos sobre el destino de aquella foto del rey desnudo:

«Esa fotografía, cuyo cliché le entregué al rey en París, no sé cómo llegaría a manos de El Caballero Audaz en tiempos de la República. El caso es que la publicó en la portada de un libro… ¡En fin, más vale no hablar de eso!»

Un viaje que marcó historia y que en el año 1998 fue repetido por los reyes de España Don Juan Carlos (nieto de Alfonso XIII) y Doña Sofía, quienes realizaron en Las Hurdes la misma ruta que cubrió Campúa. Asimismo, en 2022 con motivo del centenario de la travesía los reyes Don Felipe y Doña Letizia visitaron la región.

El viaje de Campúa a la Italia de Mussolini

En noviembre de 1923 José Demaría Vázquez «Campúa» realizó la primera cobertura internacional de un viaje oficial de la que se tiene constancia en su carrera. El joven fotógrafo, con tan solo 23 años, ya había estado en la guerra de Marruecos y había retratado a Alfonso XIII en numerosos actos y viajes, como el realizado a Las Hurdes en 1922. Después de aquel viaje tuvo que viajar a Suiza para reponerse, por su delicada salud pulmonar que se había deteriorado por las duras condiciones hurdanas. Sin embargo en junio de 1923 ya estaba de vuelta en Madrid para reincorporarse al trabajo como fotógrafo en las publicaciones de Prensa Gráfica Española.

Ese año, entre el 19 y el 28 de noviembre los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battemberg emprendieron junto al general Miguel Primo de Rivera un viaje a Italia para encontrarse con Víctor Manuel III y su esposa Elena de Montenegro, así como con Benito Mussolini que llevaba poco más de un año como presidente del Consejo de Ministros del gobierno italiano.

Fotografía de Campúa publicada en La Esfera el 1 de diciembre de 1923 con el siguiente pie:SS. MM. los Reyes de Italia y España, el Príncipe heredero y  Mussolini y Primo de Rivera en las maniobras militares de los señores Centocelle.

Fotografía de Campúa publicada en La Esfera el 1 de diciembre de 1923 con el siguiente pie:
SS. MM. los Reyes de Italia y España, el Príncipe heredero y
Mussolini y Primo de Rivera en las maniobras militares de los señores Centocelle.

Varios periodistas y fotógrafos -además de Campúa consta que al menos Marín, Duque, Vidal y Ortiz– fueron como enviados especiales en aquel viaje, a bordo del buque Jaime I, que salió de Valencia rumbo a Roma. De hecho, tal y como relató ABC en la crónica del viaje, la Asociación de la Prensa italiana celebró la noche del 19 de noviembre una recepción en honor a los periodistas españoles que habían acompañado al séquito real. Asistieron al acto numerosas personalidades del mundo del periodismo y la política […]. Se pronunciaron elocuentes brindis de confraternidad.

La revista de actualidad Nuevo Mundo daba el 30 de noviembre de 1923 la crónica completa del viaje ilustrada con numerosas fotos de Campúa:

Roma, Florencia, Nápoles. Las ciudades gloriosas de la vieja Italia han asistido vibrantes de entusiasmo al paso de los Reyes de España.

El viaje, por encima de las rigideces del protocolo y las exigencias de la etiqueta, ha tenido extrema valoración de que, durante él, el pueblo italiano ha demostrado cien veces sus simpatías hacia nuestros Reyes, poniendo en las recepciones oficiales ese calor cordial que da el contacto y el aplauso de las muchedumbres.

Durante varios días Italia y, sobre todo, la nueva Italia que con el fascismo resurge de las inquietudes y tenebrosidades de la postguerra, ha rendido a los Reyes de España un tributo de admiración, un entusiasta homenaje.

Alfonso XIII fotografiado por Campúa mientras colocaba una corona de laurel en la tumba del Soldado Desconocido.

Alfonso XIII fotografiado por Campúa mientras colocaba una corona de laurel en la tumba del Soldado Desconocido.

Una de las visitas más destacadas por la prensa fue la de Alfonso XIII y Victoria Eugenia al Panteón, donde visitaron el sepulcro de Victor Manuel II y la tumba del Soldado Desconocido. Tal y como relataba en su crónica del viaje el periodista Rafael Sánchez Maza en ABC el 21 de noviembre de 1923:

Los Reyes de España depositaron una artística corona, que en los lazos, de los colores nacionales, lucía una inscripción con los nombres de Alfonso XIII y Victoria. Después, acompañados por el embajador español y por algunas personas de su séquito, los Soberanos marcharon a visitar la tumba del Soldado Desconocido, donde depositaron flores. El ramo de la Reina estaba formado por flores españolas y el del Rey era una guirnalda de laureles.

Doble página de La Esfera publicada el 1 de diciembre de 1923 con fotografías del viaje de Alfonso XIII a Roma realizadas por Campúa y Ortiz

Doble página de La Esfera publicada el 1 de diciembre de 1923 con fotografías del viaje de Alfonso XIII a Roma realizadas por Campúa y Ortiz

Fotografía de Campúa publicada en La Esfera y Nuevo Mundo de la audiencia del papa Pío XI a los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia en el Vaticano en 1923.

Fotografía de Campúa publicada en La Esfera y Nuevo Mundo de la audiencia del papa Pío XI a los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia en el Vaticano en 1923.

Benito Mussolini retratado por José Demaría Vázquez "Campúa" durante el viaje de los reyes y Primo de Rivera a Italia

Benito Mussolini retratado por José Demaría Vázquez «Campúa» durante el viaje de los reyes y Primo de Rivera a Italia

Los reyes visitaron, entre otros lugares, el palacio del Quirinal, las Termas de Caracalla, las ruinas de Pompeya, Nápoles y el Vaticano, donde fueron recibidos por el papa Pio XI. Hacía cuatro siglos que ningún rey español había viajado a Roma y el viaje era especialmente importante, además Alfonso XIII había querido visitar anteriormente al papa Benedicto XV en el Vaticano, pero las circunstancias internacionales se lo impidieron. Difícilmente podría imaginar el monarca que la capital italiana sería la ciudad en la que acabaría en 1941 sus días durante el exilio.

Además, el general Primo de Rivera acababa de instaurar una dictadura en España y se ha hecho una lectura de este viaje en clave de sintonía entre Mussolini y el general español. Lo que sin duda se puede afirmar es que el viaje contribuyó a mejorar las declaraciones bilaterales de ambos estados. Según el diario italiano La Stampa se había cumplido el deseo de que Italia fortaleciese las relaciones con aquellos estados cuyos intereses y orientaciones coinciden con los nacionales. El propio Primo de Rivera declaró: «El viaje de Sus Majestades marca la iniciación de una unión indisoluble entre los dos pueblos».

La visita concluyó el 28 de noviembre, noche en que los reyes y su séquito volvieron a embarcar rumbo a España, llegando primero al puerto de Palma de Mallorca y luego al de Barcelona.

 

Ya en Madrid, sin la premura de enviar las fotografías de actualidad de la visita oficial, José Demaría Vázquez «Campúa» aprovechó para sacar a la luz otras instantáneas del viaje como una magnífica vista del Coliseo que publicó La Esfera el 22 de diciembre de 1923:

Fotografía del Coliseo realizada por Campúa y publicada por La Esfera el 22 de diciembre de 1923

Fotografía del Coliseo realizada por Campúa y publicada por La Esfera el 22 de diciembre de 1923

Y, desde luego, otra parte destacable del trabajo de aquel viaje fueron las fotos aéreas que, desde un globo dirigible, el joven Campúa tomó de los monumentos clásicos romanos. El fotógrafo, que ya había demostrado su valentía al capturar imágenes desde cualquier medio de locomoción -aunque le valiera un accidente en la cobertura de la guerra de Marruecos-, mostraba ahora una visión de Roma muy poco acostumbrada para la época.

Doble página publicada en Nuevo Mundo el 21 de diciembre de 1923 con las fotos aéreas de Roma tomadas por Campúa desde el zepelín Hesperia

Doble página publicada en Nuevo Mundo el 21 de diciembre de 1923 con las fotos aéreas de Roma tomadas por Campúa desde el zepelín Hesperia

El artículo de Nuevo Mundo, titulado «Un vuelo sobre Roma», describía de esta manera el reportaje con fotos de Pepe Campúa:

Como recuerdos del reciente y triunfal viaje de nuestros monarcas a Roma, publicamos estas diversas fotografías de monumentos romanos vistos desde el dirigible «Hesperia». Contempladas así, desde las alturas, aquellas piedras venerables doradas por el sol de tantos siglos, parecen adquirir más imponente grandeza, destacadas sobre el montón de construcciones que a su alrededor se agrupan.

Ignacio Sánchez-Mejías junto al cuerpo de Joselito

Una de las fotografías más comentadas de Campúa es este retrato del torero Ignacio Sánchez-Mejías llorando junto al cádaver de Joselito en la enfermería de la plaza de toros de Talavera de la Reina (Toledo) el 16 de mayo de 1920. José Demaría Vázquez «Campúa» era el único fotógrafo que estaba aquel día cubriendo la corrida.

El torero Ignacio Sánchez Mejías llora la muerte de Joselito en la enfermería de la plaza de toros de Talavera de la Reina (Toledo) el 16 de mayo de 1920.

Tal y como la describe Paz Domingo en el blog Primer Aviso de El País en el artículo «La historia de una foto que tiene autor»:

Es una de las imágenes más emblemáticas de la historia de la fotografía taurina y, quizá también, una de las más dramáticas, aunque la escena no se desarrolle en un ruedo. El torero Ignacio Sánchez Mejías, inclinado sobre el cuerpo sin vida de Joselito, apoya su mano derecha en la cabeza del diestro sevillano muerto de una cornada horas antes en la plaza de Talavera de la Reina, y con la izquierda sujeta su desconsuelo. La firma de esta fotografía también ha padecido una auténtica desventura. Atribuida en ocasiones al fotógrafo Baldomero, y en otras no aparece reseñada, reproducida en incontables ocasiones, la instantánea fue realizada por José Demaría Vázquez, Campúa, y fue publicada por primera vez en la revista Mundo Gráfico el 19 de mayo de 1920, tres días después del fallecimiento de Gallito.

Incluso en el diario ABC fue publicada sin firmar, lo que motivó que el entonces director del periódico Luis María Ansón, enviase una carta de disculpa a Pepe Campúa ofreciéndole un pago de 400 pesetas por haber publicado la imagen. A continuación reproducimos dicho documento inédito.

El director de ABC se disculpa por haber publicado sin firmar la foto de Ignacio Sánchez-Mejías y Joselito, realizada por José Demaría Vázquez "Campúa" en 1920.

El director de ABC se disculpa por haber publicado sin firmar la foto de Ignacio Sánchez-Mejías y Joselito, realizada por José Demaría Vázquez «Campúa» en 1920.

En el blog de Fernando Martínez se puede encontrar más información de Campúa como fotógrafo taurino, una vertiente bastante desconocida del trabajo de este reportero.

Sanjurjo en el penal de El Dueso fotografiado clandestinamente por Campúa

En los primeros años de la carrera periodística de José Demaría Vázquez «Campúa» uno de los reportajes que terminó por consagrarle fue el tomado -al parecer de forma clandestina- al general Sanjurjo en el penal de El Dueso (Cantabria) en 1934. Ambos se conocían desde años antes, cuando coincidieron en las campañas de la Guerra de África que cubrió el fotógrafo y también porque el reportero había sido amigo del hijo del general, Justito Sanjurjo, ya que compartieron juntos estancia en Suiza en 1923.

Incendios durante la "Sanjurjada" en Sevilla en agosto de 1932 fotografiados por Pepe Campúa para como enviado  especial de Mundo Gráfico

Incendios durante la «Sanjurjada» en Sevilla en agosto de 1932 fotografiados por Pepe Campúa para como enviado especial de Mundo Gráfico

José Sanjurjo Sacanell (Pamplona, 1872 – Estoril, 1936) había sido un militar destacado en España durante la monarquía de Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera. Sin embargo, con la llegada de la Segunda República manifestó su oposición al nuevo régimen y, siendo director general de Carabineros y ex director general de la Guardia Civil, se sublevó en Sevilla el 10 de agosto de 1932. La rebelión, conocida como la «Sanjurjada» fue fotografiada por Pepe Campúa en Sevilla como enviado especial de Mundo Gráfico y Nuevo Mundo. Esta «jornada sediciosa», como la denominaron dichas publicaciones, tuvo como consecuencia la entrega de Sanjurjo ante Miguel Romero, guardia de seguridad de Huelva, su detención y su condena a muerte, aunque dicha sentencia le fue conmutada por la cadena perpetua.

A finales de agosto el líder de la revuelta fue encarcelado en el Penal de El Dueso y su caso siguió siendo de plena actualidad en los meses siguientes, fruto de lo cual se publicarían varios reportajes en Mundo Gráfico y Nuevo Mundo, firmados por Juan Ferragut, en los cuales se explicaba el modo de vida en la prisión, las habitaciones, el ambiente, el trabajo de los presos, con fotos de Campúa de otros presos, pero sin mostrar a Sanjurjo más que en un retrato de archivo. Ferragut consiguió incluso una entrevista con el general sublevado pero que se publicaría con un retrato de archivo. Más tarde Pepe Campúa retrataría a Sanjurjo en julio de 1933 cuando éste se presentó ante los tribunales en Madrid por la causa del levantamiento.

Sin embargo la fotografía que pasaría a la posteridad sería tomada por el joven reportero el último día de Sanjurjo en la cárcel cántabra, justo antes de que le trasladaran al Penal de Santa Catalina en Cádiz. Así contaba la anécdota el propio Pepe Campúa en el artículo “Campúa cuenta su vida” de Marino Gómez Santos, publicado en el diario Pueblo el 18 de junio de 1963:

«El general Sanjurjo había sido encarcelado en el penal del Dueso, donde estaba totalmente prohibido el paso a los periodistas. Y precisamente por eso el éxito era conseguir el reportaje gráfico. Campúa se lo propuso y una mañana llegó al Dueso con dos cámaras: una de cine y otra de fotografía.
Por consejo del administrador entré en el penal con la máquina de fotografía, porque la de cine abultaba mucho. El riesgo no sólo estaba en entrar en el penal, sino en poder salir victorioso. Este administrador, que estaba de acuerdo conmigo, me dijo: «veremos cómo nos arreglamos para que usted pueda salir».
Había que esperar pacientemente la hora propicia para hacer la fotografía del general Sanjurjo sin que el director del penal se enterase.
Lo mejor -le dijo el administrador del penal a Campúa- es que yo le facilite una celda vacía donde usted pase la noche. La mejor hora es la del amanecer, cuando los presos salen al patio y el director del penal no está aquí. Ese es su momento.
Campúa siguió las instrucciones del administrador del penal y así pudo retratar al general Sanjurjo, vestido de presidiario, rodeado de criminales.

Sanjurjo retratado por Campúa junto a sus compañeros de prisión en el penal de El Dueso (Cantabria) en enero de 1934

Sanjurjo retratado por Campúa junto a sus compañeros de prisión en el penal de El Dueso (Cantabria) en enero de 1934

– Cuando tuve hechas las fotografías metí el «almacén», o sea el estuche donde iban las placas, en la cesta de la comida del gneral Sanjurjo. Uno de sus ayudantes lo hizo llegar a mi padre, que lo mandó a revelar y lo cedió a La Nación para que se publicara.
En las tertulias de Madrid y en la calle no se habló de otra cosa en varios días. Mundo Gráfico dio también la fotografía del general Sanjurjo vestido de presidiario a doble página.
– Esta cuestión se llevó a las Cortes y a los pocos días fui citado por el fiscal de la República que me dijo: «No tengo más remedio que procesarle». Me reclamaron 500 pesetas de fianza para la libertad provisional, las pagó el periódico y este proceso quedó sobreseído con el tiempo.

Breve de La Vanguardia en el que se anuncia la llegada de Sanjurjo a la prisión de Santa Catalina y el barco en el que iban, entre otros, Campúa.

Breve de La Vanguardia en el que se anuncia la llegada de Sanjurjo a la prisión de Santa Catalina y el barco en el que iban, entre otros, José Demaría Vázquez «Campúa».

Al día siguiente Sanjurjo iba a ser trasladado al Castillo de Santa Catalina en Cádiz tras dieciséis meses en El Dueso. Varios familiares y amigos del militar le seguirían en dicho traslado y, junto a ellos, también Pepe Campúa para fotografiar su entrada en la prisión militar. Finalmente, por aplicación de la Ley de Amnistía, se daría la orden de libertad de José Sanjurjo que se trasladaría a vivir a la ciudad portuguesa de Estoril donde falleció en un accidente aeronáutico recién iniciada la Guerra Civil en 1936.

Juan Carlos de Borbón ante el objetivo de Campúa

José Demaría Vázquez «Campúa» heredó de su padre el papel tácito de fotógrafo oficial de la Casa Real desde los inicios de su carrera, captando con su cámara los principales momentos de la vida de Alfonso XIII, su familia y sus descendientes. En el desarrollo de esa labor tuvo un buen número de oportunidades para retratar al príncipe Juan Carlos de Borbón desde que nació hasta 1975, con el fallecimiento del propio Campúa.

José Demaría Vázquez "Campúa" fue el único fotógrafo que retrató a Juan Carlos a su llegada a la escuela de Las Jarillas, cuando pisaba por primera vez España

José Demaría Vázquez «Campúa» fue el único fotógrafo que retrató a Juan Carlos a su llegada a la escuela de Las Jarillas, cuando pisaba por primera vez España

En este blog ya habíamos recogido algunas de las instantáneas que el fotógrafo le hizo durante su infancia. Pepe Campúa retrató al futuro rey poco después de nacer, cuando el fotógrafo obtuvo un permiso especial para asistir en Roma al bautizo del hijo de Juan de Borbón. Campúa le retrataría también en Estoril en varias ocasiones, en los días antes de su primera comunión, jugando con sus hermanos, montando a caballo y bañándose en la playa.

También le retrató junto a su abuela la reina Victoria Eugenia y, años más tarde, asistió a su boda en Grecia así como al bautizo de su hijo Felipe de Borbón, entre otros acontecimientos. Campúa y Juan Carlos coincidieron a menudo en las cacerías organizadas por el dictador Francisco Franco en El Pardo y también en numerosos actos públicos y recepciones.

Pepe Campúa saluda al entonces príncipe Juan Carlos de Borbón durante una cacería en El Pardo en 1969.

Pepe Campúa saluda al entonces príncipe Juan Carlos de Borbón durante una cacería en El Pardo el 16 de febrero de 1969.

Ampliamos aquí la selección de imágenes de  Juan Carlos ante el objetivo de Campúa con algunos de los momentos más destacados en los que coincidieron el monarca y el fotógrafo.

La reina Victoria Eugenia ante la cámara de los Campúa

Victoria Eugenia de Battenberg (Escocia, 1887 – Lausana, Suiza, 1969) fue la reina consorte de España entre el 31 de mayo de 1906 y el 14 de abril de 1931 por su matrimonio con el rey Alfonso XIII. En su actividad como esposa del monarca y, posteriormente, en los años del exilio en Roma y Lausana, fue fotografiada en numerosas ocasiones por José L. Demaría López, «Campúa» padre primero y por su hijo José Demaría Vázquez «Campúa». En los inicios del siglo XX las publicaciones de la editorial Prensa Gráfica –Nuevo Mundo, La Esfera y Mundo Gráfico– se hacían eco de la intensa actividad de la reina en actos de caridad, en eventos deportivos y en convocatorias sociales. En esa época, Campúa padre era ya muy próximo a Alfonso XIII y a la familia real, por lo que tuvo oportunidad de retratar a la reina en un gran número de ocasiones, además de conservar entre sus recuerdos personales un retrato en cartón fotográfico de Victoria Eugenia «la Princesa Ena» de un fotógrafo no identificado.

Copia en cartón fotográfico de un retrato de Victoria Eugenia de Battenberg niña, realizada por un  fotógrafo no identificado. La foto se conserva entre los objetos personales de Campúa

Copia en cartón fotográfico de un retrato de Victoria Eugenia de Battenberg niña, realizada por un fotógrafo no identificado. La foto se conserva entre los objetos personales de Campúa. En la parte trasera se lee la identificación «Princess Ena of Battenberg», dado que a Victoria Eugenia la llamaban familiarmente por otro de sus nombres: Ena

En la siguiente galería de imágenes recogemos algunas de aquellas imágenes que Campúa padre recogió de la vida de Victoria Eugenia de Battenberg como reina consorte:

Entre las fotografías realizadas por José L. Demaría López, Campúa padre, se conserva también el siguiente retrato de estudio de la Reina Victoria Eugenia con sus hijos, sin fecha, que pudo haber sido tomada en torno a 1917.

Victoria Eugenia de Battenberg con sus hijos, fotografiados por Campúa padre (Circa 1917)

Positivado de época de Victoria Eugenia de Battenberg con sus seis hijos, fotografiados por Campúa padre (circa 1917). De izquierda a derecha sus hijos son: los infantes Jaime y Juan, la infanta Beatriz, el infante Gonzalo (en brazos de su madre), la infanta Mª Cristina y el infante Alfonso, príncipe de Asturias.

Por su parte, Campúa hijo continuó la tradición familiar y con el vínculo con Alfonso XIII, lo que le llevó a fotografiar también a Victoria Eugenia de Battenberg en diversas ocasiones, tanto siendo reina consorte como durante el exilio. Ella fue la protagonista de algunas de las primeras imágenes que José Demaría Vázquez comenzó a firmar con el seudónimo de su padre, añadiendo en ocasiones una «H.» al final, para distinguirse de su padre.

Fotografía publicada el 26 de diciembre de 1928 en Mundo Gráfico con el siguiente pie: SS.MM. los Reyes Don Alfonso, Doña Victoria y Doña María Cristina, SS.AA.RR. el Príncipe de Asturias y los Infantes D. Jaime, D. Juan, D. Gonzalo, las Infantas Doña María Crsitina, doña Beatriz, doña Isabel, doña Luisa y los Infantes D. Fernando y D. Alfonso, con sus hijos,en el Real Palacio de El Pardo, donde se reunieron con el Príncipe de Asturias para solemnizar con una comuda familiar el Santo de S.M. la Reina Doña Victoria. Esta fotografía ha sido obtenida exclusivamente para Mundo Gráfico por nuestro compañero Sr. Campúa. La imagen apareció también en las páginas de La Esfera el 29 de diciembre de 1928

Fotografía publicada el 26 de diciembre de 1928 en Mundo Gráfico con el siguiente pie:
SS.MM. los Reyes Don Alfonso, Doña Victoria y Doña María Cristina, SS.AA.RR. el Príncipe de Asturias y los Infantes D. Jaime, D. Juan, D. Gonzalo, las Infantas Doña María Crsitina, doña Beatriz, doña Isabel, doña Luisa y los Infantes D. Fernando y D. Alfonso, con sus hijos,en el Real Palacio de El Pardo, donde se reunieron con el Príncipe de Asturias para solemnizar con una comida familiar el Santo de S.M. la Reina Doña Victoria. Esta fotografía ha sido obtenida exclusivamente para Mundo Gráfico por nuestro compañero Sr. Campúa. La imagen apareció también en las páginas de La Esfera el 29 de diciembre de 1928

Cuando ambos se encontraron en la recepción ofrecida en Atenas, con motivo de la boda de Juan Carlos y Sofía, Victoria Eugenia saludó cariñosa al fotógrafo, tal y como relataba Santiago Nadal, enviado especial de La Vanguardia para el enlace, en dicho diario el 13 de mayo de 1962 en un artículo titulado «Las lágrimas de una anciana dama»:

«Tiene un aire sencillo y noble al tender la mano a los que en el desfile van pasando y tiene un gesto antiguo de soberana al dosificar su gentileza con unas palabras amables a los que va reconociendo: amistades de tiempos ya remotos. A algunos les retiene un momento la mano, a otros ambas manos y las sacude levemente. […] «¡Qué bien estás, qué bien estás!», paréceme decirle a un caballero que lleva con gallardía sus muchos años y a otro, a nuestro compañero Campúa: «¡Cuántas fotografías me hizo tu padre, cuántas!»

Años más tarde se volverían a encontrar en una recepción similar organizada con motivo de la visita de Victoria Eugenia a Madrid, para el bautizo de Felipe de Borbón, del que fue madrina.

Pepe Campúa saluda a Victoria Eugenia de Battenberg ante la mirada de Juan Carlos y Sofía durante una recepción con motivo del bautizo del príncipe Felipe en 1968

Pepe Campúa saluda a Victoria Eugenia de Battenberg ante la mirada de Juan Carlos y Sofía durante una recepción con motivo del bautizo del príncipe Felipe en 1968

Pepe Campúa también le haría a Victoria Eugenia las que serían unas de las últimas fotografías de su vida, durante una visita a Lausana en 1964. Una de aquellas fotografías fue elegida por Marino Gómez Santos para ilustrar la portada del libro «La reina Victoria Eugenia de cerca». Estas imágenes permiten, además, comprobar el método de trabajo del fotógrafo que -especialmente en los años 60- a menudo viajaba con dos cámaras y tomaba una parte de las fotografías en blanco y negro y otras en diapositiva a color. Con una fotografía de aquella sesión ilustraría también La Vanguardia su portada el 16 de abril de 1969, con la noticia del fallecimiento de Victoria Eugenia de Battenberg y un reportaje publicado en el Diario Madrid el 9 de febrero de 1968 como quinto capítulo de la biografía por entregas de la viuda de Alfonso XIII titulado: «Esta es la reina Victoria Eugenia, llantos y gozos en el destierro».

A la izquierda: positivado de época firmado por Campúa de la reina Victoria Eugenia posando con un retrato de Alfonso XIII de fondo en su casa en Lausana (Suiza). A la derecha: portada del libro de Marino Gómez Santos "La Reina Victoria Eugenia de cerca"

A la izquierda: positivado de época firmado por Campúa de la reina Victoria Eugenia posando con un retrato de Alfonso XIII de fondo en su casa en Lausana (Suiza). A la derecha: portada del libro de Marino Gómez Santos «La Reina Victoria Eugenia de cerca»

Aquella última sesión fotográfica sería muy importante para Pepe Campúa quien, al año siguiente de fallecer Victoria Eugenia le dedicaría el calendario de su estudio con una de las fotos de aquella sesión en la que Victoria Eugenia de Battenberg posaba tejiendo un tapiz en su casa de Lausana.

Calendario de 1970 del Estudio Campúa dedicado a la reina Victoria Eugenia, fallecida el año anterior

Calendario de 1970 del Estudio Campúa dedicado a la reina Victoria Eugenia, fallecida el año anterior

 

Las cacerías en El Pardo, Franco ante la cámara de Campúa

Una de las aficiones más conocidas de Francisco Franco era la cinegética. Las cacerías y monterías que organizaba en El Pardo eran destacadas en la prensa de la época y criticadas en privado, por el tiempo que el Jefe de Estado dedicaba a dicha afición en lugar de a las tareas de gobierno. No obstante, las propias cacerías eran uno de los espacios donde, en aquella época, se tomaban decisiones políticas y económicas ya que a ellas eran invitados a menudo personajes influyentes -desde ministros a empresarios, pasando por la hija y los nietos de Franco o el propio Juan Carlos de Borbón, entonces príncipe de Asturias.

En muchas de estas cacerías en El Pardo, José Demaría Vázquez «Campúa» fue testigo gráfico y sus fotos de aquellos eventos sociales ilustraron las páginas de diarios como La Vanguardia o Informaciones. Rescatamos a continuación imágenes de algunas de dichas excursiones cinegéticas que se sucedieron especialmente en las décadas de los 60 y 70.

A la izquierda de estas fotografías panorámicas aparece José Demaría Vázquez "Campúa" con su cámara fotografiando la cacería en El Pardo. En las imágenes no consta fecha pero fueron tomadas posiblemente a finales de los años 60.

A la izquierda de estas fotografías panorámicas aparece José Demaría Vázquez "Campúa" con su cámara fotografiando la cacería en El Pardo. En las imágenes no consta fecha pero fueron tomadas posiblemente a finales de los años 60. A la izquierda de estas fotografías panorámicas aparece José Demaría Vázquez «Campúa» con su cámara fotografiando la cacería en El Pardo. En las imágenes no consta fecha pero fueron tomadas posiblemente a finales de los años 60.

Durante los días 12 y 13 de febrero de 1961 José Campúa acudió a una de dichas cacerías en la que, además, obtuvo como fotógrafo la exclusiva de cómo un fusil se le estalló a Franco durante la jornada de caza. Sólo unos meses mas tarde, en diciembre de 1961, el general tendría otro accidente similar que le causaría heridas en la mano izquierda.

Otra de las cacerías a las que asistió el reportero tuvo lugar en febrero de 1964, una montería a la que asistieron los ministros de Gobierno, entre los que se encontraba entonces Manuel Fraga Iribarne, los marqueses de Villaverde, los nietos de Franco y Carmen Polo, entre otras personalidades. La expedición sería publicada en portada por el diario La Vanguardia el 26 de febrero de dicho año.

Portada de La Vanguardia del 26 de febrero de 1964 con fotos de Campúa de la cacería celebrada días antes en El Pardo

Portada de La Vanguardia del 26 de febrero de 1964 con fotos de Campúa de la cacería celebrada días antes en El Pardo

Los fotógrafos de prensa también tenían tiempo de ironizar sobre la actividad de cacería durante estos eventos

José Demaría Vázquez "Campúa" a la izquierda junto a otro fotógrafo de prensa durante una cacería en El Pardo en 1964. Los fotógrafos de prensa también tenían tiempo de ironizar sobre la actividad cinegética durante estos eventos José Demaría Vázquez «Campúa» a la izquierda junto a otro fotógrafo de prensa durante una cacería en El Pardo en 1964. Los fotógrafos de prensa también tenían tiempo de ironizar sobre la actividad cinegética durante estos eventos

Una década más tarde, casi al final de su vida, Pepe Campúa seguiría cubriendo como fotógrafo las cacerías en El Pardo, como en la que se celebró en febrero de 1972, entre otras muchas ocasiones.

Campúa sería testigo de estas cacerías al igual que lo fue de muchos momentos tanto de la vida privada como de la vida pública de Francisco Franco durante las más de tres décadas que duró el régimen. Aunque nunca existió un contrato formal entre el reportero y Franco para que éste fuera su fotógrafo de cámara, en ocasiones se ha llegado a hablar de José Demaría Vázquez «Campúa» como el fotógrafo oficial del dictador y en algunas acreditaciones para eventos figura como «Fotógrafo de la Casa Civil de su Excelencia el Jefe de Estado».

El Madrid de Campúa (VI): Toros y vacas bravas corriendo por la ciudad

José Demaría Vázquez «Campúa» fue testigo con su cámara de varias ocasiones en las que toros o vacas bravas se escaparon y corrieron libres por la ciudad despertando el pánico de los viandantes. La ocasión más célebre se produjo el 23 de enero de 1928 -día festivo en Madrid por celebrarse entonces el santo del rey-, fecha en la que un toro y una vaca brava se escaparon del ganadero que los llevaba al matadero en el paseo de la Virgen del Puerto. Los dos animales echaron a correr por la cuesta de San Vicente, llegaron a Plaza de España, subieron hasta la calle de los Reyes, Corredera baja de San Pablo y el entorno de San Ildefonso hasta volver a bajar por calle de Valverde a la Gran Vía, entonces llamada Avenida de José Antonio.

Foto publicada en la revista Nuevo Mundo con el pie: "El toro escapado en el momento de aparecer en la Gran Vía, donde fue muerto por Fortuna"

Foto publicada en la revista Nuevo Mundo con el pie: «El toro escapado en el momento de aparecer en la Gran Vía, donde fue muerto por Fortuna»

Fue en la Gran Vía donde los dos animales se encontraron con el torero Fortuna, Diego Mazquiarán, tal y como lo describió la revista Nuevo Mundo en su crónica de la escena, publicada en su nº 1775 del 27 de enero de 1928.

«Fortuna con su gabán ceñido y su sombrero flexible, enguantado y tranquilo, parece uno de tantos transeuntes que va a huir al ver un toro furioso. Pero el torero, como el policía, como el soldado, tiene el deber, la obligación de ser siempre lo que es, sobre todo en momentos de peligro para el orden…

El torero manda a su casa a buscar un estoque. Quince minutos tardan en traérselo. Y mientras, Fortuna entretiene, burla y sujeta al toro, evitando que haga nuevas desgracias, que siembre el pánico en la ciudad. Y cuando Fortuna empuña el estoque y fija a la res y la hiere certero, y luego, con un descabello la hace rodar inerte, mientras esto ocurre la multitud se olvida de su pánico. […] ¡Están viendo torear a fortuna!»

Foto publicada por Nuevo Mundo con el pie: El diestro Fortuna disponiéndose a dar muerte al toro desmandado. El reportaje aparece firmado de forma genérica como "Fotos. Campúa y Alfonso" por lo que no es posible atribuir cada foto a uno de ellos

Foto publicada por Nuevo Mundo con el pie: El diestro Fortuna disponiéndose a dar muerte al toro desmandado.

Así lo describía en Nuevo Mundo el periodista Juan Ferragut quien, acompañado por José Demaría Vázquez «Campúa», realizó la crónica de la singular escena:

Una hora después de la hazaña, Pepe Campúa y yo raptamos a Fortuna y nos le llevamos al Retiro. Le interrogo y Fortuna contesta:
– ¿Qué voy a decir? Iba yo por la Gran Vía y de pronto me veo un toro…

Fotografía publicada en Nuevo Mundo con el pie: "El toro que, con exposición de la vida, mató Fortuna, evitando con ello una verdadera catástrofe"

Foto publicada en Nuevo Mundo con el pie: «El toro que, con exposición de la vida, mató Fortuna, evitando con ello una verdadera catástrofe»

Fotografía publicada en Nuevo Mundo con el pie: "Fortuna, aclamado por la multitud, momentos después de su valerosa hazaña"

Foto publicada en Nuevo Mundo con el pie: «Fortuna, aclamado por la multitud, momentos después de su valerosa hazaña»

Las fotografías que ilustraban el reportaje aparecen firmadas de forma genérica como «Fotos: Campúa y Alfonso» por lo que no es posible atribuir cada foto a uno de ellos. Estas imágenes, en especial la segunda de ellas en la que aparece Fortuna toreando, parecen ser un montaje posterior y así lo afirma el historiador taurino José Ramón Márquez, autor de «Adiós Madrid. Paseos por el Madrid taurino». Tal vez en ese encuentro posterior en el Retiro fue donde Campúa fotografió al matador en posición de entrar a matar al toro y luego superpuso la imagen a una vista de la Gran Vía. La primera fotografía, con los viandantes corriendo Gran Vía abajo como en unos improvisados sanfermines, aunque demasiado efectista, sí podría haber sido verídica.

También el diario ABC, en su edición de Madrid, publicó una crónica sin fotografías el 24 de enero de 1928. En el blog Antiguos cafés de Madrid se describe con detalle el periplo de ambos  animales y los daños causados, así como la faena de Fortuna.

Casi tres décadas después, José Demaría Vázquez «Campúa» se encontraría con una escena similar y retrataría el 26 de octubre de 1954 el resultado de una faena callejera con una vaca brava que se había desmandado en las calles del barrio de Salamanca. El matador en este caso no fue tan célebre, sino que el animal fue herido con una pequeña navaja por José Sánchez, un vecino de la calle Villanueva nº 19. La crónica escrita a mano que acompaña a las fotos en el archivo señala que «por unanimidad de todo el público que presenciaba la faena le otorgaron la oreja de dicha res» y que fue ayudado por el banderillero de toros José Álvarez Giralda que casualmente se encontraba allí, por un transeúnte, José Vargas, de profesión chófer que también ayudó y Juan Sebastián socio de la peña La Manoletina.

Vaca brava huída por las calles del barrio de Salamanca fotografiada por Campúa el 26 de octubre de 1954

El improvisado matador y sus ayudantes posan junto a la vaca brava huída ante la cámara de Campúa el 26 de octubre de 1954

Vaca brava huída por las calles del barrio de Salamanca fotografiada por Campúa el 26 de octubre de 1954

La gente arremolinada en torno la vaca brava huída por las calles del barrio de Salamanca fotografiada por Campúa el 26 de octubre de 1954

Dos fotógrafos y un rey: los Campúa y Alfonso XIII

La trayectoria de los fotógrafos Campúa, padre e hijo, está unida a la vida de Alfonso XIII de Borbón, casi desde su nacimiento hasta su muerte.

Campúa padre, como reportero de Nuevo Mundo, muy pronto comenzó a seguir la actividad de Alfonso XIII por toda España y poco a poco fueron forjando una relación de amistad personal. Le acompañó en 1909 por tierras andaluzas y en sus visitas a distintas ciudades de Europa. Cuando su carrera se centró más en el mundo del cine y del espectáculo como empresario, sería Campúa hijo quien tomaría el relevo como fotógrafo frecuente del rey.

La primera experiencia intensa de José Demaría Vázquez «Campúa» junto al monarca fue el viaje a Las Hurdes en el que Pepe Campúa fue el único reportero gráfico que acompañó a Alfonso XIII en 1922 gracias a un sorteo en el que fue agraciado. Desde entonces las fotos se sucederían en actos oficiales, escenas familiares y viajes, hasta el punto de que en una entrevista publicada en el Diario de Barcelona  el 16 de noviembre de 1952 el periodista Del Arco le preguntó al fotógrafo:

¿Cuál es la figura que más veces has retratado?
Don Alfonso XIII primero y, ahora, casi alcanzándole, al General Franco.

Serían innumerables, por tanto, las imágenes que podrían ilustrar este post. Fotos que se publicaron en páginas y páginas de Mundo Gráfico, La Esfera, los diarios de la época… Poco a poco las estamos recopilando para crear una galería más amplia de imágenes, pero hemos querido elegir -para empezar- dos instantáneas representativas de cómo, desde el principio hasta el final de la vida de Alfonso XIII, la saga de los Campúa acompañó al monarca en su trayectoria. Dos positivados que, además, Pepe Campúa guardaría entre sus recuerdos personales hasta el final de su vida.

Alfonso XIII niño a caballo, retratado por Jose Demaría López, Campúa padre

Positivado de época de Alfonso XIII niño a caballo, retratado por Jose L. Demaría López, Campúa padre

Positivado de época de AlfonsoXIII retratado en su madurez por José Demaría Vázquez, Campúa hijo

Positivado de época de AlfonsoXIII retratado en su madurez por José Demaría Vázquez, Campúa hijo

Amparo Rivelles, una leyenda de las artes escénicas, fotografiada por Pepe Campúa

El pasado jueves falleció una de las grandes leyendas del cine, la televisión y el teatro español: Amparo Rivelles. A lo largo de su vida participó en decenas de obras de teatro y películas, desde finales de los años 30 cuando tenía apenas 15 años. A mediados de los años 50 se trasladó a América Latina, primero para trabajar en la televisión cubana y después para establecer su residencia durante veinte años en México, donde sobre todo destacó como actriz de telenovelas. Su regreso a España se produjo en 1979 con la obra «Salvar a los delfines», de Santiago Moncada, siendo ya considerada una de las actrices más prestigiosas del panorama español. Recibió en 1986 el primer Goya a la Mejor interpretación femenina protagonista por la película «Hay que deshacer la casa».

En los años 40, cuando se la conocía como Amparito Rivelles, no faltó a la cita que en aquella época era imprescindible para las artistas en Madrid: el estudio de José Demaría Vázquez «Campúa» que entonces se encontraba en el número 32 la Avenida de José Antonio (Gran Vía). El fotógrafo la retrató en diversas ocasiones y con distintos peinados y estilos, según la moda de la época. En la galería de imágenes a continuación pueden verse algunos de esos retratos de la entonces joven diva, retratada en toda su belleza por Pepe Campúa.